El mesías, el Salvador, el líder refundador de la patria, se encuentra postrado en una cama de hospital. Tal vez éste en coma o simplemente soñando, quizás está conversando con alguien, o consigo mismo, aunque en realidad no puede hablar. Pero allí están sus recuerdos, o pensamientos, o sus ideas, o sus justificaciones para contarnos sobre su vida, la manera “predestinada” con la que llegó a cumplir su deber con la patria, sus modos, técnicas y trapisondas políticas para acceder al poder y mantenerse allí a costa de su carisma, de la adoración ciega de sus votantes o seguidores, claro está, de sus negocios y torcidos, de sus socios -no poco de ellos ocultos e ilegales-, en fin, de lo que hizo o dejó de hacer con tal de mantenerse siempre en el poder, de servir a la patria, de trabajar por la patria y tratando en lo posible de no morir nunca, por la patria…

PROHIBO DECIR MI NOMBRE

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